Educación Emocional

Educación emocionalEl niño necesita una educación emocional, es decir, una relación de vinculación y afecto con sus padres, así como que se le transmita protección y seguridad, para el buen desarrollo de su personalidad. Para ello es básico que sus necesidades tanto físicas como emocionales estén cubiertas.

No solo debemos entender sus necesidades físicas, sino también las emocionales. De nuestro comportamiento y relaciones con nuestros hijos, dependerán sus futuras estructuras mentales y su adaptación al entorno en el que va a crecer. Así como su salud física y mental.

La vinculación se instaura desde el amor, el deseo de criar a un hijo con todas las emociones y sentimientos. Así como con los conflictos que todas las relaciones conllevan.

Decir de vez en cuando “te quiero” es una terapia mutua. Cuando no ha existido el hábito de la relación ya es muy difícil recuperarlo cuando el niño alcanza la adolescencia. Estos primeros años son preciosos, pasan rápido y no vuelven.

De nosotros aprenderán a distinguir lo que está bien de lo que está mal, según nuestras valoraciones; a pensar y razonar como nosotros; a solucionar problemas imitando nuestro comportamiento; formas de sentir y expresar, se emocionan y enfadan por las mismas cosas que nosotros lo hacemos; pautas y consecuencias de conductas sin tener que realizarlas ellos.

Que los niños expresen todas sus emociones y sean capaces de exteriorizar sus sentimientos es un factor necesario para su evolución.

Le escucharemos y animaremos a que nos siga contando sin muchas preguntas o recomendaciones. Aceptaremos sus sentimientos, sin reproches. A veces con escuchar es suficiente. Le ayudaremos a reconocer sus sentimientos (de rabia, tristeza…), intentaremos ponernos en su lugar. Hablar de sus preocupaciones, desahogarse aliviará su aflicción.

Hay que educarle para ser sociable, para saber mantener la independencia y el criterio contra la presión del grupo.

Hay que educarle para ser sociable, para saber mantener la independencia y el criterio contra la presión del grupo.

Hemos de valorar sus propias decisiones y aplaudir cuando manifieste y adopte responsabilidad individual. Si queremos adultos independientes, tenemos que acompañar y educar con intensidad a los hijos en los primeros años.

Tener empatía nos proporciona una gran riqueza tanto en conocimiento (de la naturaleza humana) como en experiencia (para relacionarnos mejor). Al despertar nuestra empatía obtenemos grandes cambios en nosotros pues nos comunicamos y actuamos considerando a los demás.

Las personas empáticas están mejor adaptadas emocionalmente, tienen un mayor manejo de sus emociones, son mucho más populares, más sensibles, más sociables, se relacionan mejor sentimentalmente, son más comprensivas, más generosas y mejores negociadoras.

La empatía permite reaccionar, relacionarse y entender a los demás, también tratar de comprender la realidad subjetiva del otro, en otras palabras, ponerse en sus zapatos.

Se ha comprobado que aquellos que tienen problemas con su grupo de iguales en etapas tempranas de la vida, suelen pasar por dificultades serias durante la adolescencia y la edad adulta.

Es en la adolescencia cuando alcanza mucha importancia. Se preocupan por sus amigos, sufren y se divierten con ellos. Pero también son capaces de sentirse concernidos por causas justas poniéndose en el lugar de los más desprotegidos.

Ayudaremos a nuestros hijos a ser empáticos si compartimos tiempo de afectividad con ellos, consideramos sus sentimientos, les enseñamos a unir palabra y sentimiento, atendemos sus necesidades básicas proporcionándoles espacios para descansar, explorar, descubrir, jugar en ambientes seguros.

Enseñémosles a ponerse en el lugar del otro y defender su planteamiento

No confundamos su independencia física con su independencia emocional. Enseñémosles a que no siempre podemos hacer lo que queremos, sino que hay que pensar en lo más conveniente en ese momento. Deben aprender a saber lo que es aceptable para el otro.

Enseñémosles a ponerse en el lugar del otro y defender su planteamiento.  Mostrémosle que deben respetar formas distintas de vida y cultura. El arco iris es bello por la policromía de sus colores.

Hay que ser padres, no solo cuidar de un hijo. Pensando en él, en cómo guiarle en su proyecto de vida. Engrandecer el vínculo como relación de forma pro-activa, ofrecer algo a una persona o a la sociedad, enseñar a ser personas íntegras, a comprometerse.

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Javier Urra Portillo

Dr. en Psicología con la especialidad de Clínica y Forense. Dr. en Ciencias de la Salud. Pedagogo Terapeuta. Psicólogo en excedencia voluntaria de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y de los Juzgados de Menores de Madrid. Embajador de la Asociación Iberoamericana de Psicología Jurídica. Profesor en Psicología (U.C.M.). Académico de Número de la Academia de Psicología de España. Patrono de la Fundación Pequeño Deseo. Presidente de la Comisión Rectora del programa recURRA-GINSO para padres e hijos en conflicto. Presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-parental (SEVIFIP). Escritor. Contertulio en Medios de comunicación. Primer Defensor del Menor.